Diseño vital

Las desgracias que podemos soportar vienen del exterior: son accidentes. Pero sufrir por nuestras propias faltas… ¡Ah!, ahí está el aguijón de la vida. – Oscar Wilde

Todo a nuestro alrededor está diseñado, algunas veces con intención, otras no. Tomemos por ejemplo a la naturaleza: desde hace 3.7 Ga (3,7000,000,000 años), la evolución de todos los seres vivos de nuestro planeta se ha basado en experimentos, aquellos que funcionan prevalecen, los que no, desaparecen. Incluso las especies creadas o manipuladas por el hombre (perros, ganado, cultivos, etc.) se basan en ese método: ¿funciona?, me lo quedo; ¿no funciona?, a la basura.

Para quienes nos dedicamos a esto, según nuestros estándares o exigencias, intentamos llevar el diseño hasta sus últimas consecuencias. Recuerdo que, allá por los inicios de la década de los 90, uno de mis profesores de proyectos, nos dijo acerca del terreno planteado para el ejercicio: “adentro de esos 120 m3 ustedes son Dios, pueden hacer que suceda cualquier cosa que se encuentre en su cabeza, aprovechen, no a cualquiera se le presenta una oportunidad como esta”. Arquitectos como Alvar Aalto, Antoni Gaudí, Walter Gropius, Charles-Édouard Jeanneret (mejor conocido como Le Corbusier), diseñaban no sólo edificios, sino su mobiliario, luminarias, despieces de muros y pisos, cancelerías, incluso los picaportes de las puertas.

Aquí en el estudio, difícilmente podría considerárseme parte del equipo de diseño, yo no intervengo ni produzco imágenes gráficas. Pero sí me dedico a diseñar nombres y discursos, a veces, en los proyectos más complejos, genero imágenes mentales. Una vez que cobras consciencia de que todo a tu alrededor está afectado por el diseño, resulta imposible no verlo o, al menos, tratar de encontrarlo (sí, hay muchas cosas a las cuales parece imposible encontrarles la intención del “diseñador”).

Hoy, a mis casi 53 años y en una de las etapas más difíciles de mi vida, reflexiono acerca de ello. Cuántas cosas (y algunas no sólo importantes, sino vitales) dejamos sin diseñar o, por lo menos, de percibir. En mayor o menor medida, todos somos estetas. Todos los días nos miramos al espejo y hacemos un ejercicio autoestético: observamos, evaluamos, y modificamos. ¿Pero qué hay de todo lo demás?, ¿qué hay de lo que no vemos?, ¿qué hay de aquello que afecta nuestras vidas y que no tomamos en cuenta poque no se ve en el espejo?

¿Qué significa diseñar un proyecto de vida? A esta frase tan desgastada gracias a quienes lucran y comercian con la educación, si le quitáramos el “proyecto” (literal, lo que lanzamos al futuro) y nos quedáramos con el presente, se convertiría en una máxima fundamental. De acuerdo, saber qué queremos estudiar; qué trabajo vamos a desempeñar; dónde vamos a vivir; qué departamento nos vamos a comprar; todas pueden considerarse como auténticas decisiones de un proyecto de vida. Pero hay tantas cosas más importantes que se nos pasan y que, como a mí, nos llegan a la cabeza demasiado tarde.

Pero esto es la entrada para un blog, no se trata de tirar línea, cada uno conduce su vida como mejor le place, aunque, tal vez, sí quepa una reflexión. Mi maestro de etimologías en preparatoria nos decía: “yo no vengo aquí a decirles cómo deben hablar, si quieren, sigan diciendo todas las barbaridades que quieran, pero sepan que las están diciendo”. ¿Debemos saberlo todo para diseñar una vida perfecta? No, pero tal vez sí valga la pena abrirnos a la autopercepción: ¿Qué consecuencias conlleva una mala alimentación? ¿Qué riesgos de salud heredo de mis padres, abuelos y demás antepasados? ¿Estoy preparado para la vejez, mía y de mis familiares? ¿Sirve leer? ¿Son iguales todas las lecturas? ¿Qué mensajes recibo de la música que escucho? ¿Y del cine y la televisión? ¿La violencia de las imágenes audiovisuales y los videojuegos de hoy me trastornan? ¿Tengo las herramientas para manejar todos esos factores externos?

Para diseñar hay que intuir y proponer; para proponer con acierto y elegancia hay que conocer. Abrir nuestros sentidos (no nada más los ojos) expande nuestra percepción; entre más amplio nuestro acervo y experiencia, más nuestras oportunidades, mayor nuestra posibilidad de diseñar una vida mejor.